No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los
pensadores
de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería(45),
que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la
justicia
de la Naturaleza, donde resalta en el amor victorioso y el apetito
turbulento,
la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de
los cuerpos
diversos en forma y en color. Peca contra la Humanidad el que
fomente y propague
la oposición y el odio de las razas.
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